16>>LA SALUD






Aquí es donde los efectos del “lavado de cerebro” son mayores.
 Los fumadores creen que son conscientes de los peligros para su salud, pero no es así.




Incluso en mi propio caso, cuando esperaba que se me reventara la cabeza en cualquier momento y cuando estaba dispuesto a aceptar las consecuencias, me estaba engañando a mí mismo.


Pienso en qué hubiera ocurrido si en aquellos tiempos hubiera sacado un cigarrillo del paquete y se hubiera encendido una luz roja y un avisador electrónico me hubiera dicho: “¡Ya está, Allen! ¡Es este! Afortunadamente, se te puede avisar, pero éste es el único aviso. Hasta ahora te has salvado, pero si te fumas este cigarrillo se te reventarán las arterias del cerebro”.


¿Crees que hubiera encendido ese cigarrillo? Claro que no. Para hacerte una idea, acércate al bordillo de la acera con los ojos cerrados e imagínate que tienes la opción de dejar de fumar o de cruzar la calle con los ojos cerrados antes de fumarte el próximo cigarrillo.


Sabes perfectamente lo que harías. Lo que yo había hecho durante tantos años era lo que hacen todos los fumadores: cerrar los ojos y esconder la cabeza, con la esperanza de despertar una buena mañana sin ganas de fumar. El fumador no puede permitirse el lujo ni siquiera de pensar en los riesgos para la salud; si piensa en ello, pierde hasta la ilusión de que le gusta fumar.


Esto explica por qué no funcionan las tácticas de choque que emplean los medios de difusión en las campañas en contra del tabaco. Sólo escuchan los no fumadores. También explica por qué los fumadores siempre sacan el ejemplo del famoso tío Luis que fumaba dos paquetes diarios y vivió hasta los ochenta años, pero nunca piensan en los miles de personas que pierden la vida prematuramente a causa de este hierbajo venenoso.
















Media docena de veces a la semana,
 tengo esta conversación con los fumadores, normalmente personas jóvenes:


YO: ¿Por qué quieres dejarlo?
EL: Me resulta muy caro.
YO: ¿No te preocupan los peligros para tu salud?
EL: No. Igual podría caerme delante de un autobús.
YO: ¿Te tirarías deliberadamente delante de un autobús?.
EL: Claro que no.
YO: ¿Sueles mirar a derecha y a izquierda antes de cruzar la calle?
EL: Sí, claro.




Ahí lo tienes. El fumador se cuida mucho de que no le atropelle ningún autobús, aunque las posibilidades de que eso ocurra son muy remotas. Sin embargo, corre el riesgo (casi una cosa inevitable) de que el hierbajo lo lisie o lo mate, y no parecen importarle los peligros. Tal es el poder del “lavado de cerebro”.


Me acuerdo de un famoso golfista británico que nunca recorrió los campos de golf americanos porque tenía miedo a los aviones. Pero mientras jugaba, se fumaba un montón de cigarrillos. 


Si creyéramos que hubiera una avería en un avión no subiríamos en él aunque la probabilidad de un accidente mortal fuese de cientos de miles contra uno, pero aceptamos una probabilidad de muerte prematura de cuatro contra uno con el tabaco, aparentemente sin pestañear. 


¿Y qué es lo que recibe el fumador a cambio?
NADA EN ABSOLUTO.






Otro mito es la tos de fumador. Muchos de los fumadores más jóvenes que vienen a mi consulta no están preocupados por su salud porque no tosen. Hay que interpretar la ausencia de toses al revés. La tos es un mecanismo automático de la naturaleza para expeler los cuerpos extraños de los pulmones. La tos no es una enfermedad, es un síntoma


Cuando un fumador tose es porque sus pulmones intentan expeler los alquitranes y demás venenos que producen cáncer. Si no tose, esas porquerías se quedan en los pulmones, esperando el momento para empezar a producir células cancerosas.


Míralo de la siguiente manera. Si tuvieras un coche bueno, sería una estupidez permitir que empezase a oxidarse, porque al cabo de cierto tiempo se convertiría en un montón de óxido y ya no te llevaría de un sitio a otro. Pero no sería el fin del mundo; no es más que dinero, siempre te puedes comprar otro. Pues, tu cuerpo es el vehículo que te lleva de un extremo de la vida al otro. Todos decimos que la salud es lo más importante, y cuanta razón tenemos. Todos los millonarios enfermos te dirán lo mismo. Muchos podemos recordar alguna enfermedad o algún accidente, cuando rezamos para que no muriésemos (QUE POCA MEMORIA TENEMOS). Si fumas, además de dejar que se oxide el vehículo que te lleva por la vida, estás estropeando sus elementos mecánicos con el veneno. La diferencia entre cuerpo y el coche es que no te puedes comprar otro.




Hazme caso. 
Nadie te obliga a fumar, y
 NO SACAS DEL TABACO NADA BUENO. NADA EN ABSOLUTO.




Deja de esconder la cabeza, y piensa


¿Sabes con certeza si el próximo pitillo que fumes no será el que dispare el mecanismo del cáncer?
¿Te lo fumarías si lo supieras? 


Olvida la enfermedad, que es prácticamente inimaginable. Imagínate que tienes que ir a La Paz para que te hagan todas esas horribles pruebas, el tratamiento con sustancias radioactivas, todo eso. Ya no estás planificando tu vida. ¿Qué les va a ocurrir a tus familiares y a tus seres queridos, qué va a ser de todos tus planes y tus sueños? Ahora estás planificando tu propia muerte.




Veo a muchas personas para las que ya es demasiado tarde. Tampoco ellos creyeron que les iba a ocurrir, y lo peor no es la enfermedad en sí, sino el saber que se la han producido ellos mismos. Durante todos los años que fumamos nos decimos “Lo dejaré mañana”. Intenta ponerte en el lugar de los que han llegado a apretar el botón. Para ellos, se ha acabado el “lavado de cerebro”. Ellos ya ven el tabaco para lo que es, y se pasan lo que les queda de vida diciéndose “¿Por qué me engañé a mí mismo? ¡Ay, si pudiera volver otra vez al principio!”.




No te engañes. Sí que puedes volver al principio. Es una reacción en cadena. Si fumas el próximo cigarrillo, te llevará a otro y a otro. Te estás acercando al desenlace final.












Al principio del libro prometí no usar tácticas de choque. 
Si ya has decidido dejar de fumar, todo esto no te chocará. 













Si todavía dudas, sáltate el resto de este capítulo
 y vuelve cuando hayas terminado el libro.




Se han publicado volúmenes enteros de estadísticas para demostrar que el tabaco puede ser perjudicial para la salud del fumador. Lo malo es que el fumador no quiere ver la evidencia hasta que decide dejar de fumar. Ese aviso que ponen en el paquete no sirve para nada porque el fumador cierra los ojos, y  si por casualidad lo lee alguna vez, lo primero que hace es encender un cigarrillo.


Los fumadores tienden a ver este riesgo como una cosa de azar, un poco como atravesar un campo de minas. Hazte a la idea, te estás matando ya. Con cada calada metes en tus pulmones esos alquitranes cancerígenos, y el cáncer no es la peor de las enfermedades que el tabaco puede causar o agravar. También contribuye de una manera decisoria al infarto, a la arteriosclerosis, al enfisema, a la angina de pecho, a la trombosis, a la bronquitis crónica y al asma.


Los fumadores también creen que se exageran los efectos nocivos del tabaco. En realidad, es al revés. No hay duda alguna de que el tabaco es la causa número uno de la muerte en la sociedad occidental. Lo malo es que las estadísticas no reflejan la influencia del tabaco en muchos casos en los que es un factor importante.


Hace poco se publicaron unos datos que demostraron que el 44 por ciento de los incendios domésticos se deben a los cigarrillos, y yo me pregunto cuántos accidentes de carretera se producen en ese instante en que el conductor deja de mirar la carretera mientras enciende un cigarrillo.


Yo normalmente soy un conductor prudente, pero nunca he estado más cerca de la muerte (excepto por fumar) que en una ocasión cuando intentaba liar un cigarrillo mientras conducía. Tampoco me gustaría calcular el número de veces que se me ha caído un cigarrillo encendido en el coche. Siempre se las arreglaba para meterse entre los asientos. Estoy seguro de que hay muchísimos conductores que saben lo que es intentar localizar ese cigarrillo encendido con una mano mientras tratan de conducir con la otra.


El “lavado de cerebro” nos hace pensar como aquel personaje famoso que se cayó desde lo alto de un edificio de cien pisos. Al pasar por delante de la ventana del piso cincuenta, se le oyó decir: “Hasta ahora no ha pasado nada”. Creemos que como no nos ha ocurrido nada aún, un cigarrillo más no nos va a hacer ningún daño.






Míralo de otra forma. 
El famoso “hábito” es una cadena para toda la vida, y cada cigarrillo crea la necesidad del siguiente. Cuando empiezas a fumar, enciendes una mecha. Lo que pasa es que NO SABES CUANTA MECHA HAY. Cada vez que enciendes un cigarrillo estás un poco más cerca de la explosión de la bomba. ¿Y SI EL PRÓXIMO PITILLO ES EL FINAL DE LA MECHA?



AHORA!!!!!





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