23>>NO ADMIRAR AL QUE FUMA MENOS



Los que fuman mucho tienden a envidiar a los fumadores ocasionales

No hay que pensar así; en cierto modo, el fumador ocasional está más enganchado (y sufre más) que el que fuma mucho. Es cierto que corre menos riesgos con su salud, y que gasta menos dinero. Pero en otros aspectos está mucho peor.




Recuerda que a nadie le gusta fumar; sólo se disfruta de aliviar el “mono”. La tendencia natural en una drogadicción es de aliviar el “mono” al máximo: de fumar constantemente.


Hay tres factores que nos impiden fumar sin parar:
0      DINERO: La mayoría no se lo puede permitir.
0      SALUD: Para aliviar el “mono”, tenemos que ingerir un producto venenoso. La capacidad de resistencia al veneno varía de persona en persona, y según la situación. Existe un freno automático fisiológico.
0      DISCIPLINA: La disciplina impuesta por la sociedad, por el oficio, por la familia y los amigos, o por el mismo fumador mientras lucha con su sentimiento de culpabilidad.
Ahora es buen momento para entrar en unas cuantas definiciones.
0      NO FUMADOR: Alguien que nunca ha caído en la trampa. No debe congratularse. Sólo son no fumadores porque Dios lo ha querido así. Todos los fumadores estaban convencidos de que nunca se engancharían. También resulta patético ver cómo algunos no fumadores vuelven a intentar acostumbrarse de vez en cuando.
0      FUMADOR OCASIONAL: Aquí tenemos dos clasificaciones básicas:
1      El fumador que ha caído en la trampa y no se da cuenta. No le tengas envidia. Está en el primer peldaño de la escalera, y de pronto llegará a fumar en serio. Recuerda que tú también empezaste siendo un fumador ocasional.
1      El fumador que fumaba mucho y cree que no lo puede dejar. Éste es el que más lástima 
da. 




Hay varias categorías, 
que debemos examinar más detalladamente:


EL QUE SE LIMITA A CINCO CIGARRILLOS AL DÍA:
Si les gusta fumar, ¿por qué se limitan a cinco diarios?. Si son capaces de tomarlo o dejarlo, ¿por qué se empeñan en fumar? Recuerda que el hábito es como darte constantemente con la cabeza contra un muro para poderte relajar cuando dejas de hacerlo. El que sólo fuma cinco cigarrillos al día sólo se alivia el “mono” durante menos de una hora cada día. El resto del día, aunque él no se dé cuenta, está dando cabezazos contra el muro, y sigue haciéndolo casi toda su vida. Sólo fuma cinco al día o porque no tiene dinero para más o porque le dan miedo los riesgos para su salud. Es fácil convencer al gran fumador de que en el fondo no le gusta fumar, pero es casi imposible convencer al que fuma muy poco. Todos los que hemos intentado alguna vez reducir nuestro consumo sabemos lo que se sufre, y también sabemos que es una forma de asegurar que te enganches para siempre.


EL QUE FUMA SÓLO POR LA MAÑANA O POR LA TARDE.
Se castiga a sí mismo, padeciendo el “mono” durante la mitad del día, y aliviándolo durante la otra mitad.
Pregúntale por qué, si le gusta fumar, no fuma todo el día, y por qué, si no le gusta, se empeña en seguir fumando.


EL DE “SEIS MESES SÍ, SEIS MESES NO”:
(También se les conoce por “Puedo dejarlo cuando quiero, ya lo he hecho montones de veces”). Si les gusta fumar, ¿por qué lo dejan durante seis meses?. Si no les gusta, ¿por qué vuelven a empezar?. Lo que ocurre es que al cabo de los seis meses están todavía enganchados. Logran vencer la adicción física, pero se les queda el problema principal, el “lavado de cerebro”. En realidad, cada vez que lo dejan esperan que sea para siempre, pero vuelven a caer en la trampa.


EL FUMADOR QUE “SÓLO FUMA EN CIERTOS MOMENTOS ESPECIALES”:
Sí, eso es algo que todos hemos hecho al principio, pero es curioso ver como el número de “momentos especiales” parece ir en aumento, y como de repente resulta que todos los momentos son especiales.


EL QUE DICE: “YA LO HE DEJADO PERO DE VEZ EN CUANDO ME FUMO UN PURO O UN PITILLO”:
En cierta manera, éstos son los más patéticos de todos. O se pasan la vida sintiendo que les falta algo, o bien (y es lo más frecuente) ese purito “de vez en cuando” se convierte en dos. Están en una pendiente resbaladiza, y sólo pueden ir en un sentido, HACIA ABAJO. Antes o después vuelven a ser grandes fumadores. Han vuelto a caer en la misma trampa que les había pillado al principio.




No envidies a los fumadores ocasionales, porque dan pena.


Hace poco tuve un caso, de un hombre que fumaba cinco cigarrillos diarios. Empezó por teléfono. Me dijo, con voz ronca: “Señor Felix, lo único que quiero es dejar de fumar antes de morirme”. 
Me describió su vida:
“Tengo 61 años. El tabaco me ha producido cáncer de garganta. Ya no puedo físicamente con más de cinco cigarrillos al día”.


“Antes dormía bien toda la noche, pero ahora me despierto a todas horas, y sólo pienso en el tabaco. Aún mientras duermo, 
sueño con fumar.”


“No puedo fumar antes de las diez de la mañana. Me levanto a las cinco y me hago un montón de tazas de té. Mi mujer se levanta sobre las ocho, y como siempre estoy de tan mal humor, no me deja estar en casa. Me voy a mi invernadero, e intento hacer cositas allí, pero no pienso más que en fumar. A las nueve empiezo a liar el primer pitillo, y lo hago con mucho cuidado hasta que lo tengo perfectamente redondo. No es que tenga que ser perfecto, pero me da algo que hacer. Espero hasta las diez. Cuando llega la hora, me tiemblan las manos incontrolablemente. No enciendo el cigarrillo, porque si lo enciendo tengo que esperar tres horas hasta el siguiente. Al final lo enciendo, me tomo una calada, y lo apago. Continuando así, consigo que el cigarrillo me dure una hora. Me lo fumo hasta el último centímetro, y luego espero el momento de poder fumar otro”.


Además de estos problemas, el hombre tenía los labios llenos de quemaduras por apurar tanto sus cigarrillos. Probablemente estás imaginándote un pobre imbécil. No es así. Este hombre medía uno ochenta, había sido sargento en los Marines. Había sido deportista, y nunca había querido fumar. Pero durante la Segunda Guerra Mundial, el gobierno creía que el tabaco proporcionaba valor, y suministraba cigarrillos gratis a la tropa. A este hombre prácticamente le ordenaron engancharse. Se ha pasado el resto de la vida pagando dinero, subvencionando los impuestos de los demás, y le ha destruido física y mentalmente. Si fuese un animal, nuestra sociedad lo hubiera matado para que no sufriera. 


¡Y seguimos permitiendo que los jóvenes sanos, fuertes y equilibrados se enganchen!


A lo mejor crees que este caso es una exageración. En efecto, es extremo, pero no es único. Hay miles de historias parecidas. El hombre me confesó todos sus secretos, pero puedes tener la más absoluta seguridad de que muchos de sus amigos le envidiaban por sólo fumar cinco al día. Y si piensas que esto no te podría ocurrir a ti, DEJA DE ENGAÑARTE.
TE ESTÁ OCURRIENDO YA.


De todas formas, todos los fumadores son unos mentirosos consumados. Mientes incluso a ellos mismos; tienen que hacerlo. La mayoría de los “fumadores ocasionales” fuma bastante más de lo que dice. He tenido muchas conversaciones con los llamados “fumadores de cinco al día” en las que han fumado más de cinco cigarrillos delante de mí. Observa a los “fumadores ocasionales” en las reuniones sociales, en las fiestas o en las bodas. Estarán fumando sin parar como el mejor.


Sea como sea, convéncete de que no 
tienes que envidiar a los que
 fuman poco


No necesitas fumar, 
no es más que una ilusión.
 ¡La vida es infinitamente más 
dulce sin tabaco!




Es notoriamente más difícil curar a los adolescentes, no porque les es más difícil dejarlo, sino porque están en la fase primaria de la enfermedad, y porque suponen erróneamente que habrán dejado de fumar de una manera automática antes de llegar a la segunda fase.


En especial quisiera advertir a los padres de niños que odian el tabaco que no tengan una falsa sensación de seguridad. Todos los niños odian el sabor y el olor del tabaco hasta que se enganchan. Tú también lo odiabas. Y que no te engañen las campañas anti-tabaco del gobierno. La trampa sigue siendo la misma que antes. Los niños saben que el tabaco mata, pero también saben que un cigarrillo no mata. Puede llegar un momento en que se dejen influenciar por la novia o el novio, por algún compañero de colegio o de trabajo. Sólo tienen que probar uno: les sabrá horrible, y se quedarán convencidos de que no se engancharán. Advierte a tus hijos de todos los peligros.







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