21>>OJO CON REDUCIR EL CONSUMO




La mayoría de los fumadores 
opta por reducir su consumo de tabaco






o como primer paso antes de dejarlo del todo, o como forma de controlar el monstruito. Muchos médicos y especialistas aconsejan reducir el número de cigarrillos fumados para empezar el proceso de dejar de fumar.


Está claro que cuanto menos fumes mejor, pero es el peor de los métodos para iniciar el proceso de la retirada total. Cualquier intento de fumar menos te ata más y para más tiempo.


Se suele intentar fumar menos tras un intento fallido de dejarlo. Al cabo de unas horas o de unos días de abstinencia, el fumador dice algo así:


“Como no voy a poder soportar el no fumar nada, sólo fumaré en los momentos en que más me gusta, o me limitaré a diez diarios. Si me acostumbro a fumar diez al día, luego será fácil reducirlo más”


Ahora empiezan a ocurrir cosas terribles:
0       El fumador tiene lo peor de ambos mundos. Está todavía enganchado con la nicotina, y mantiene vivos ambos monstruos —el del cuerpo y el de la mente.
0       Ahora se pasa la vida esperando el momento del próximo cigarrillo.
0       Antes de limitar su consumo, cuando necesitaba un cigarrillo, encendía uno y aliviaba al menos parcialmente el “mono”. Durante la mayor parte del tiempo está deseando fumar. Por su propia culpa, se vuelve depresivo y malhumorado.
0       Mientras fumaba los que quería, ni se daba cuenta de que fumaba la mayor parte de ellos. Era una actividad automática. Los únicos que creía disfrutar eran los que fumaba después de un tiempo de abstinencia: el primero de la mañana, el de después de comer.


Ahora que tiene que esperar una hora más entre cigarrillo y cigarrillo, disfruta de todos ellos. Cuanto más tiempo espera, mejor parece saber el cigarrillo, porque no se disfruta del sabor, sino del alivio del estado de ansiedad producido por la retirada de la droga. Cuanto más tiempo te obligas a sufrir, más disfrutas de cada cigarrillo.


La dificultad principal cuando se deja de fumar no es la adicción química: eso es fácil de vencer. Los fumadores están toda la noche sin fumar, y ni siquiera se despiertan. Muchos salen del dormitorio antes de encender el primer cigarrillo. Otros desayunan primero. Incluso hay los que esperan hasta llegar al trabajo.


Son capaces de estar diez horas sin fumar, y no parece importarles. Pero si tuvieran que estar diez horas sin fumar durante el día, se volverían locos.


Hay fumadores que se compran un coche nuevo y deciden no fumar en él. Van a los supermercados, los teatros, las consultas médicas, los hospitales, o a ver al dentista sin que les produzca grandes molestias. Muchos fumadores se abstienen de fumar cuando se ven rodeados de no fumadores. Hasta en el Metro londinense la gente está tranquila y no altera el orden; hay veces que la gente agradece la prohibición de fumar. Lo cierto es que los fumadores experimentan un placer secreto durante estos periodos de abstinencia obligada: les aviva la esperanza de que algún día se le quitarán las ganas.


El verdadero problema es el “lavado de cerebro”, la falsa ilusión de que el cigarrillo constituye algún tipo de ayuda o recompensa, y que la vida nunca podría ser igual sin él. En lugar de quitarte las ganas de fumar, lo único que consigues cuando te limitas el número de cigarrillos es hacerte inseguro y desgraciado, y convencerte d que lo que más apetece en este mundo es el próximo cigarrillo; que nunca serías feliz sin fumar.


No hay nada más patético que el fumador que intenta reducir su consumo. Cree, equivocadamente, que cuanto menos fuma, menos querrá fumar. Y es justo lo contrario, claro. Cuanto menos fuma, más tiempo tiene que aguantar el “mono”, más le gustan los cigarrillos, y peor le saben. Pero no por eso dejarás de fumar. 


""El sabor nunca tuvo nada que ver. Si los fumadores fumasen porque les gustara el sabor, nadie fumaría más de un cigarrillo en su vida. ¿No te lo puedes creer? Vale."" 


Vamos a discutirlo. 
¿Cuál es el cigarrillo que peor sabe? Justo: el primero de la mañana, el que en invierno nos pone a toser.
¿Cuál suele ser el cigarrillo más apreciado por la mayoría de los fumadores? Sí señor, ¡el primero de la mañana! 
¿Ahora puedes realmente creer que te lo fumas para disfrutar de su sabor y su olor? ¿No crees que una explicación más racional sería que en ese momento estás aliviando ocho o nueve horas de “mono”?


El reducir el consumo no sólo no funciona; es una forma de auténtica tortura. No funciona porque el fumador espera que si se acostumbra a fumar cada vez menos, al final lo podrá dejar por completo. No se da cuenta de que no es un “hábito”, que es una adicción, y una característica de las adicciones es que siempre van a más, nunca a menos. Entonces, para reducir su consumo y mantenerlo a un nivel que él considera “no peligroso” (otro concepto falso), el fumador tiene que hacer un gran esfuerzo de voluntad durante el resto de sus días.


Vuelvo a repetir que la dificultad no está en la adicción a la nicotina, que es bastante fácil de vencer. El problema está en la equivocada creencia de que el tabaco produce algún tipo de placer. Esta creencia empieza con el “lavado de cerebro” que recibimos antes de empezar a fumar, y luego se ve reforzada por nuestra propia adicción. Si intentas reducir el consumo refuerzas todavía más la ilusión, porque entonces empiezas a pensar que lo más apetecible en este mundo es el próximo cigarrillo.


Como ya he dicho, el reducir el consumo no puede funcionar de ninguna forma, porque dependerás de tu fuerza de voluntad durante el resto de la vida. Si no tenías voluntad suficiente para dejarlo por completo, no la vas a tener para reducir el número de cigarrillos. De los dos “males”, lo más fácil (y por mucho) es dejarlo.


Conozco literalmente miles de casos de fracaso en el intento de reducir el consumo. Los pocos casos en los que se ha podido conseguir son en los que el fumador reduce su consumo durante un tiempo corto, para luego “mojarse” dejando el tabaco por completo. En esto no le ha ayudado en absoluto la reducción previa, sino todo lo contrario.


Cualquier intento fallido deja al fumador hecho un desastre psicológicamente, más convencido que nunca de que está enganchado para el resto de la vida. El efecto suele ser suficientemente fuerte para impedir que vuelva a intentarlo en un periodo de cinco o seis años.


Sin embargo, los intentos de reducir el consumo sí ayudan, como ejemplos que demuestran lo absurdo que es el hábito de fumar: demuestran claramente que sólo se disfruta de los cigarrillos después de un periodo de abstinencia. O sea, que tienes que darte con la cabeza contra un muro de piedra para poder disfrutar de la sensación de dejar de hacerlo.


Entonces, tienes estas opciones:
0       Reducir el consumo y mantenerlo bajo para el resto de la vida. Es una tortura autoimpuesta, y de todas formas no vas a poder mantenerlo.
0       Seguir asfixiándote hasta que te mueras. ¿Eso para qué sirve?
0       Hacerte un favor ti mismo, dejándolo.
Otra cosa importante que queda demostrada por la imposibilidad de reducir el consumo es que no existe eso de “un cigarrillo de vez en cuando”. El tabaco crea una reacción en cadena que durará toda tu vida, a menos que hagas un esfuerzo positivo y la rompas.




ACUÉRDATE:
 SI FUMAS MENOS SUFRIRÁS MÁS





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