42>>UNA ÚLTIMA PALABRA

AYUDA A PONER FIN A ESTA VERGÜENZA








Yo creo que el fumar es la mayor vergüenza de la sociedad occidental, peor incluso que las armas nucleares.


La base de toda nuestra civilización, el factor que nos ha permitido avanzar tanto, es nuestra capacidad de comunicar nuestros conocimientos y nuestras experiencias, no sólo unos a otros, sino a las generaciones futuras. Incluso los animales de las escalas inferiores tienen que advertir a sus hijos de los posibles peligros de la vida.


Con las armas nucleares, no hay problema mientras no exploten. Los que defienden una política de fuerza nuclear no paran de decir, con aire de suficiencia: “Estas armas mantienen la paz”. Si algún día explotan, resolverán el problema del tabaco y todos los demás problemas, y para los políticos es una satisfacción saber que no habrá nadie para decirles “Os equivocasteis”. (¿Será por eso que escogen la opción nuclear?).


Sin embargo, por mucho que yo critique la opción nuclear, estoy convencido de que estas decisiones se toman con la mejor intención, que los políticos realmente creen que sirven a la humanidad, mientras que con el fumar conocen perfectamente los hechos  reales. Tal vez durante la Segunda Guerra Mundial creyesen de verdad que el tabaco daba valor y confianza, pero hoy desde luego saben que eso es falso. Mira los anuncios modernos de tabaco. Ya no dicen que te relaja o que te proporciona placer. Sólo hacen hincapié en el tamaño de los cigarrillos y la calidad del tabaco. 


¿Por qué nos ha importar el tamaño
 o la calidad de un veneno?


La hipocresía es increíble. El gobierno nos obliga a llevar cinturones de seguridad en el coche para salvar unos cientos de vidas. Como sociedad, nos indignamos con los heroinómanos y con los que aspiran pegamento. En comparación con el tabaco, estos problemas son ridículos. El sesenta por ciento de la sociedad está o ha estado adicto a la nicotina, y la mayoría de los fumadores gasta casi todo su dinero de bolsillo en cigarrillos. Todos los años se destrozan miles de vidas por la adicción. Es por mucho lo que más mata en la sociedad occidental, y el más interesado en que la cosa continúe es nuestro propio gobierno. El estado británico ingresa anualmente mil billones de pesetas (cinco mil millones de libras) gracias al sufrimiento de los adictos a la nicotina, y a los imperios del tabaco se les permite gastar cien millones de libras al año (unos veinte mil millones de pesetas) para anunciar sus porquerías.


Qué listos son, dejando que las empresas tabaqueras impriman en el paquete aquella advertencia, o que el gobierno se gaste una miseria en programas de televisión que nos advierten de los peligros del cáncer, del mal aliento y las trombosis, para luego autojustificarse diciendo: “Ya os hemos advertido del peligro. Ahora es vuestro problema”. El fumador no puede escoger, como tampoco puede el heroinómano. El fumador no decide conscientemente engancharse: se le tiende una sutil trampa. Si los fumadores pudieran escoger, mañana por la mañana sólo fumarían unos cuantos jóvenes que creen que pueden dejarlo cuando quieran.


¿Por qué esta doble moralidad?


 ¿Por qué a los heroinómanos se les considera ante la ley delincuentes, y al mismo tiempo se les permite inscribirse como adictos, y se les suministra heroína gratis y un tratamiento médico adecuado para ayudarles a quitarse el hábito? Intenta inscribirte como adicto al tabaco. Ni siquiera podrás conseguir cigarrillos a precio de costo. Tienes que pagar el triple de su valor real, y cada vez que el gobierno necesite más dinero te apretará más la tuerca. Como si el fumador no tuviera ya bastantes problemas.


Si acudes a un médico, te dirá: “Déjalo, te va a matar”, cosa que ya sabes perfectamente (por eso has acudido a él), o te recetará un chicle que te puede costar unos dolares y contiene la droga que quieres dejar.


Las campañas de terror no ayudan a los fumadores en sus intentos de dejarlo, se lo hacen todo más difícil. Lo único que se consigue por ese camino es asustar a los fumadores, lo cual aumenta su necesidad de fumar. Ni siquiera se evita que los jóvenes se enganchen. Los jóvenes saben que los cigarrillos matan, pero también saben que no se morirán por fumarse uno. Como el hábito está generalizado, el joven acabará, por presión social o por mera curiosidad, por probar un cigarrillo. Como le sabrá asqueroso, lo más probable es que se enganche.


¿Por qué permitimos que
 continúe esta vergüenza? 
¿Por qué no monta el gobierno 
una campaña de verdad? 
¿Por qué no nos dicen a las claras que es una droga y el veneno asesino número uno, que ni te relaja ni te da confianza, sino que te destruye la personalidad y que te puedes enganchar con un solo cigarrillo?


Me acuerdo de un episodio en La Máquina del Tiempo, de H.G. Wells. El autor describe un incidente en un momento futuro, cuando un hombre cae a un río. Sus compañeros se quedan tranquilamente en la orilla como si fueran ovejas, sin prestar atención a sus gritos de desesperación. Cuando lo leí, lo encontré inhumano y profundamente preocupante. Veo un  fenómeno similar en la apatía que muestra nuestra sociedad hacia el problema del tabaco. Permitimos que se televisen en Inglaterra campeonatos de dardos promocionados por las empresas tabaqueras en las horas de mayor audiencia. Se oye el grito de “ciento ochenta”, e inmediatamente se ve como el jugador enciende un cigarrillo. Imagínate la que se armaría si fuese la Mafia la que promocionara el campeonato, que el jugador fuese un heroinómano, y que se le viera inyectándose.


¿Por qué permitimos que nuestra sociedad siga tomando a sus jóvenes sanos y fuertes, para obligarles a gastar auténticos dinerales para tener el privilegio de poder destrozarse física y mentalmente durante el resto de sus días, en un estado de auténtica esclavitud —una vida de suciedad y enfermedad?




A lo mejor piensas que dramatizo demasiado. No es así. Mi padre perdió la vida cuando tenía poco más de cincuenta años, debido al tabaco. Era un hombre fuerte, y quizás hubiera estado vivo todavía si no hubiera fumado.


Estoy convencido de que estuve a punto de morir yo mismo antes de los cincuenta años, aunque mi muerte se hubiera atribuido a una hemorragia cerebral, y no al tabaco. Ahora hablo todos los días con personas que ya padecen las horribles enfermedades que el tabaco produce, o a las que les falta poco. Y si lo piensas un poco, tú también conocerás casos de éstos.


Algo está cambiando en la sociedad; se ha formado una pelota de nieve que ya rueda por la pendiente. Espero que este Blog sirva para ayudar a que se convierta en una avalancha.






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1 comentario:

LOBOSALVAJE dijo...

No soy fumador ni tampoco ex fumador; ni siquiera soy fumador pasivo, aunque lo fui hace 30 años. Tengo 51 años y con esta edad puedo subir una carretera de montaña de 1500 metros de solo subida y mucha pendiente en menos de 12 minutos corriendo y en menos de 7 minutos en bicicleta. Soy capaz de estar mas de dos horas corriendo sin parar y no mostrar ningún síntoma de fatiga o ahogo, ni siquiera cansancio. Tan solo un poco de dolor en las plantas de los pies pero es normal tras tanto tiempo corriendo. Mis latidos en reposo son de 56 pulsaciones por minuto y mi tensión es de 12-8, aunque también suelo tener índices de 10-7 o incluso mas baja; pero nunca tengo la tensión alta, nunca. ¡¡¡Y NO SOY NINGUN ATLETA!!!. Tengo un cuerpo normal. Mido 1.68cm y peso unos 80 kilos e incluso tengo algo de barriga, que me la estoy quitando ahora que estoy haciendo mas ejercicio. Yo estoy convencido de que si hubiese sido fumador estaría o muerto, enfermo o bien con un agotamiento físico increíble que me parecía tener 30 años mas de los que tuviese en el momento. Es una pena, y a mi me llena de impotencia y rabia que los gobiernos consienta destrozar la vida de las personas y la de los jóvenes, que son el futuro de este planeta. Estos gobernantes deberían estar todos en la cárcel por camellos y por envenenar a su pueblo.

Has Avanzado en Tu Meta de Dejar de Fumar???